Un escritor de premio: Ricardo Gómez

08-11-2022

Las madereras llegan para talar los árboles de la selva donde habita la tribu de los bakaya. Y en ese contexto, Emeka se debate entre la fascinación y el atropello a la naturaleza. Música entre las ramas es la novela que recoge este argumento, por el cual, Ricardo Gómez, obtuvo el Premio Ala Delta 2022. 

Ricardo es uno de los nombres más importantes de la literatura infantil. Entre otros premios, ha ganado el Cervantes Chico, uno de los mayores reconocimientos en España. Este antiguo profesor de Matemáticas ha publicado más de 50 títulos. Sus obras trazan un recorrido común: cuestionar, evidenciar y conmover. Te animamos a conocerlo un poco más a través de esta entrevista.

 

Has ganado el premio Alandar en otras ediciones. ¿Qué significa para ti haber conseguido el Ala Delta en esta última edición?

Todo premio se recibe como si fuera único y al Ala Delta le tenía cariño, por mi vinculación con Edelvives. Este libro acompaña a otros en la misma colección y de alguna manera los arropa. Me alegra que Emeka, el protagonista de esta historia, haga guiños a otros personajes míos, tanto anteriores como futuros. Parte del premio tiene que ver con esta bellísima edición, con las estupendas ilustraciones de Christa Soriano.

 

¿Cómo nació Música entre las ramas?

Un libro resulta de una lenta cocción que mezcla el azar y la voluntad. Yo estaba escribiendo una colección de cuentos con árboles como elementos centrales de varias historias, ambientadas en distintos lugares del mundo. Escribí un cuento breve que hablaba de los mukulungos y los sapellis, y de pronto se abrió ante mí una inmensa selva en la que los protagonistas reclamaban más espacio y más vida. Después de un tiempo, el relato inicial se transformó en esta novela.

 

¿Cómo fue trabajar con la ilustradora, Christa Soriano

Un auténtico placer. Desde el comienzo pude ver sus bocetos y cómo estos evolucionaban hasta las ilustraciones finales. Fue muy receptiva ante algunas observaciones y en todo momento puso sus buenas artes al servicio de la historia. Espero algún día coincidir personalmente con ella y celebrar con un vino el final feliz de este libro, tal como está editado e ilustrado. Aprovecho también para recordar la buena sintonía y el estupendo trabajo de Jorge Gómez, el editor.

 

Como autor, ¿qué es lo más reconfortante que tiene un libro?

Un libro puede reconfortar, pero también inquietar, desafiar o incluso importunar. Como lector, yo diría que los personajes y la parte de sus biografías que ofrecen un cuento o un relato están ahí para ampliar nuestro campo de visión y, de alguna manera, nuestras experiencias vitales. Como escritor, este proceso va más allá, porque a eso se une la satisfacción de ver cómo cuajan ideas que al comienzo parecen sueltas pero que poco a poco se engarzan en una historia, y cómo los personajes cobran vida autónoma.

 

Eras profesor de Matemáticas: ¿qué parte de la docencia es inevitable cuando escribes? 

Yo parto de la idea de que en la docencia uno no enseña, sino que comparte. Y que en ese proceso de compartir se invita al asombro, a la imaginación, a la aplicación… Mientras escribo voy descubriendo personajes o hechos que no conocía y espero que los lectores me acompañen en este proceso.

 

¿Qué requisitos debe tener una idea para poder transformarse en una historia?

Interesante pregunta. La literatura ha manejado ideas desde hace milenios, y en ese sentido es imposible ser original porque los temas universales no han cambiado: los celos, la amistad, la traición, el deseo de aventura, el amor, la resistencia ante la injusticia, el miedo, la envidia… Lo que yo puedo hacer con mis historias es intentar encarnar alguna de esas ideas en uno o varios personajes, y darles un punto de vista personal y en un escenario y con una perspectiva más o menos contemporánea.

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Muchos de tus libros tienen como argumento un tema que invita a la reflexión o un alto compromiso social. ¿Es intencionado o inherente a tu creatividad de escritor?

Desde luego, es intencionado. Como escritor, yo no quiero contar historias. Hay escritoras o escritores que en este sentido lo hacen o lo han hecho mucho mejor que yo, y a los que trato de leer. Cuando doy vueltas al mundo que nos rodea y aparece una idea poderosa, yo quiero decir algo a través de los personajes que creo. Y lo hago, como decía Bértolo, como lector civil o como escritor civil, inserto en mi cultura y en mi tiempo. Mis libros me permiten reflexionar, y formular hipótesis o deseos. También, señalar o denunciar.

 

De los libros publicados en Edelvives, ¿hay alguno al que tengas especial cariño? Si es así, ¿cuál? 

A todos los tengo cariño, pero no puedo olvidar a Bachir o a Hamida, protagonistas de El cazador de estrellas, una historia que se sitúa en los campamentos de refugiados saharauis. Ellos, como el resto de personajes de ese libro, son personas que conocí, que están vivos y que reclaman voz en un mundo que los silencia. Pero tampoco puedo olvidar a Nushi, de Diario de un campo de barro, ni a Fabio en La isla de Nuncameolvides… Ni a algunos animales que simbolizan la curiosidad o la búsqueda de la aventura, como ocurre con El perro que buscaba estrellas o Tres historias con gato.

 

¿Tienes algún tema pendiente sobre el que escribir?

Poco antes de que mi padre muriera, le pedí que me escribiera recuerdos de su infancia y guardo un cuaderno suyo, un manuscrito precioso plagado de detalles. Como cualquiera puede imaginar, esas líneas viajan en el tiempo ochenta o noventa años atrás, cuando de niño vivió la caída de la República y los inicios de la guerra. Sobre eso me gustaría escribir, desde una perspectiva nueva: la de un abuelo-niño que se asombra por haber podido sobrevivir con dignidad.

 

¿Qué lectura te resultó inolvidable en tu infancia?

¡Muchas lo fueron! Una magnífica maestra, doña Dionisia, cuando yo tenía siete años, nos leía en clase historias adaptadas de la Biblia y de La Odisea. Gracias a ella conocí la voracidad de Polifemo y la astucia de Ulises, por ejemplo. En esa época, cuando apenas había libros disponibles, los maestros leían mucho en clase. Don Fermín, a mis nueve años, nos leía Corazón y poemas de Machado. Desde entonces, esa lista de libros y personajes no ha hecho más que crecer. ¡Una suerte!

 

En pocas palabras

A una isla desierta te llevarías…

A un montón de amigas y amigos, cada uno con un buen libro.

Si fueras un personaje de ficción serías…

Hablando de literatura infantil y juvenil, y por jugar, Barbicane, el protagonista de De la Tierra a la Luna. También, Campanilla, el hada de Barrie.

¿Qué estás leyendo ahora?

Suelo leer varios libros a la vez. Sobre la mesa, en este instante: Yo misma, supongo, de Natalia Carrero, el segundo tomo de Los mitos griegos de Graves y Ojo de Gato de Margareth Atwood. Otros me esperan.

¡Muchas gracias, Ricardo!